La Aldea Rosalista: un caso de solidaridad en línea En

Cuando la pandemia llegó al IED Los Rosales, en Barranquilla, los profesores encontraron un panorama retador: la comunidad educativa, especialmente vulnerable, vio cómo la crisis ponía en aprietos no solo a los estudiantes sino también a los padres de familia, que tenían cada vez más obstáculos económicos y laborales como consecuencia de la crisis. A esto se sumó el confinamiento, que obligó a todos a encontrar una manera de conectarse a las sesiones virtuales para no perder sus clases; sin embargo, no todos los estudiantes tenían acceso a un computador, algunos incluso no tenían conectividad desde sus celulares. Por eso, profesores como Milton Javier Barrios y sus colegas de los grados cuarto y quinto, se unieron para pensar estrategias que les permitieran asegurar que todos sus estudiantes tuvieran algún tipo de conectividad. «Al principio fue difícil», cuenta Milton. «Contactamos a una serie de amigos y ellos nos regalaron unas recargas que duraban un mes, pero al mes siguiente estaba otra vez la lucha de conseguir personas nuevas que hicieran una donación, hasta que llegamos a un momento en que se nos acabaron los amigos y tuvimos que implementar actividades nuevas».

Fue en ese momento en el que se les ocurrió recurrir a las redes sociales, una herramienta amplia- mente utilizada por la comunidad, para hacerse escuchar y llamar a más gente a apoyar. Decidieron entonces invitar a ciertos niños a grabar videos en los que hablaran de ellos y mostraran el lugar en donde viven; a partir de ahí́, crearon la página de Facebook «La Aldea Rosalista» con el objetivo de conseguir recursos para seguir financiando las recargas que permitían mantener a los estudiantes conectados con sus profesores y sus clases. Después de un tiempo y de mucho trabajo, la idea dio frutos: gracias a todos los aportes lograron comprar teléfonos para familias que tuvieran más de tres hijos vinculados a la institución y recolectar suficientes fondos para donar recargas a las familias que los necesitaran.

Para Milton, este ejercicio ha sido muy valioso, pues ha permitido que los estudiantes piensen desde un ángulo nuevo cuáles son los alcances de una herramienta como Facebook. «Ya nuestros chicos no están utilizando las redes sociales para decir cómo están o comunicar cualquier noticia o compartir cualquier meme; las están utilizando para darle la verdadera importancia, que es compartir sus evidencias diarias, sus actividades y sus compromisos», comenta Milton, y destaca la importancia del trabajo de los padres de familia, que han sido los responsables de supervisar y acompañar el proceso de sus hijos a la hora de usar las redes sociales para seguir aprendiendo.

La Guajira: un menú de estrategias para todos En
Estudiantes de las instituciones etnoeducativas de La Guajira exhibiendo sus trabajos con La Aldea.

En las instituciones etnoeducativas de La Guajira, la llegada de La Aldea ha abierto un verdadero bufé de estrategias y recursos. «Ya no tenemos un solo plato; ahora decidimos, dentro de ese bufé, con cuáles estrategias nos quedamos y cómo las adaptamos a los diferentes niveles que estamos trabajando», nos cuenta Nelvis Peralta, de la IE Roig y Villalba en Fonseca.

De entrada, Nelvis ha invitado a sus estudiantes a crear huertas en casa, elaborar herbarios como el de Enrique y vincular a los personajes de la historia en el proceso de plantar alimentos. Como acompañamiento, la maestra Kelys Rodríguez Medina, del Centro Etnoeducativo No. 13 de Riohacha, invitó a sus estudiantes a conocer animales que eran nuevos para ellos (como Carmen, la osa de anteojos) recreando a los personajes de La Aldea por medio de hojas secas y otros recursos naturales. Finalmente, de postre, la coordinadora Claudia Mendoza, del municipio Hato Nuevo, se ha encargado de presentar La Aldea en dos sedes con 23 maestras y 711 niños de transición y primaria, para que cada uno pueda encontrar dulces caminos para aprender. «Son mi equipo, mi soporte y mi razón de ser», nos cuenta Claudia con orgullo. ¡Buen provecho!